Busto de Sarmiento.- Levantado en el patio Norte del actual edificio. El busto tiene una base de granito, cuadrado, de 1,80 metros de alto. Fue financiado por el personal directivo, docente, el alumnado y ex alumnos del Colegio, contribuyendo el Poder Ejecutivo de la Provincia, por Ley del 1 de Agosto de 1911.
El busto de Domingo Faustino Sarmiento fue iniciativa del entonces profesor de la Casa, doctor Félix María Gómez, enunciada el 2 de Agosto de 1899, en el acto de conmemoración del aniversario de la iniciación de las clases.
Sarmiento fue presidente de la Nación en 1869, cuando se estableció dicho Colegio Nacional. La realización del homenaje se efectuó el 11 de Septiembre de 1911, en el 23er. aniversario de la muerte de Sarmiento, siendo rector de la Casa, el doctor Gómez. Asistieron al acto los familiares del prócer.
El magnífico busto, en bronce, una de las mejores concepciones que existen del gran educador, es obra del escultor Catalán Josep Cardona i Furró.
El busto de Domingo F. Sarmiento es muy original y único, ya que el prócer es representado sosteniendo en su mano derecha una pluma, su instrumento de expresión, debate y confrontación política y la izquierda sostiene un libro y descansa sobre una piqueta de minero, ya que también trabajó en esa actividad.
Cuentan la anécdota de que cumpliendo sus funciones, Sarmiento llegó sorpresivamente a un colegio y comprobó que los alumnos eran buenos en geografía, historia y matemáticas pero flojos en gramática y se lo hizo saber al maestro.
Este, asombrado, le dijo: “No creo que sean importantes los signos de puntuación”. “¡Qué no! –dijo Sarmiento–. Le daré un ejemplo.” Tomó una tiza y escribió en el pizarrón: El maestro dice, el inspector es un ignorante. “Yo nunca diría eso de usted, señor Sarmiento.” “Pues yo sí”, dijo tomando una tiza, y cambiando de lugar las comas la frase quedó así: El maestro, dice el inspector, es un ignorante.
Josep Cardona i Furró nació en Barcelona el año 1878. Fue discípulo del escultor Manel Fuxà i Leal y cursó Estudios Superiores de Pintura, Escultura y Grabado en la Escuela de Bellas Artes de Llotja. El artista coincidió en la Escuela de Llotja con Picasso y compartieron taller en la calle Escudellers Blancs de Barcelona, momentos en que también el escultor participaba en las tertulias de los Quatre Gats.
Cardona fue socio del Cercle de Sant Lluc, al menos desde el año 1897, de la Societat Artística i Literària de Catalunya, con la cual participó en diversas exposiciones organizadas en Barcelona, y del Reial Cercle Artístic que contó entre su colección con algunas esculturas del artista. Asimismo, Cardona, además de colaborar en diversas actividades culturales organizadas por el Cercle, presentó, junto con esta entidad, una serie de obras en exposiciones celebradas en Barcelona y Madrid.
1909-1918: residió en la República Argentina donde realizó obras de gran formato, como el Monumento al General San Martín, en la ciudad de este nombre, encargado por el gobierno argentino. También expuso en Norteamérica.
El 23 de Octubre de 1922 Josep Cardona i Furró murió en Moià a causa de una grave enfermedad.
La obra de este escultor, que se caracteriza por su naturalismo, se puede dividir en dos grandes bloques:
Carácter costumbrista: siguiendo el realismo de las esculturas de género del belga Constantin Meunier, Cardona realiza unos tipos de personajes de carácter popular, los cuales muestra en actitud de trabajo o bien cuando ya han vuelto de la jornada laboral, como por ejemplo la figura de una Espigadora que por su disposición presenta una gran similitud con las de Jean-François Millet.
Retrato: parece que recibió la influencia de Pavel Trubetskoj, escultor italiano de origen ruso seguidor de Rodin, el cual realizó retratos esculpidos en pequeño formato de gusto impresionista. Cardona retrató a personajes del mundo de la cultura, de la aristocracia y de la burguesía. En general, son pequeños bronces destinados a ser colocados sobre algún mueble o columna, en una sala o despacho. Son figuras de impresión, repentistas, casi improvisadas, con unas líneas fugaces, sencillas, pero no carentes de elegancia. Si bien el escultor ha sabido plasmar a la perfección los rasgos de los personajes retratados, aquello más importante es que estos conservan su aire peculiar, su personalidad.